domingo, 10 de marzo de 2013

Primer año en Londres

El viernes cumplí un año viviendo en Londres. Qué rápido pasa el tiempo. El balance es muy positivo: una vez que asumes que no vas a ver demasiado el sol todo va mejor. El piso, la gente, la ciudad, el trabajo... creo que aunque a veces me queje bastante (que se lo pregunten a Mai o a algunos de mis compañeros de trabajo), no debería. Encima por fin he conseguido cambiarme de equipo, así que tengo aún menos motivos para quejarme (por ahora :)). Hace dos semanas empecé a trabajar en un equipo de ingenieros (sólo ingenieros: sin grasshopper, sin rhino, sin historias paramétricas, programables, sin geometrías recíprocas, sinclásticas, anticlásticas, mínimas, elípticas, parabólicas, sin mallas cónicas, desarrollables, sin "form-finding", sin estructuras monocasco, sin "stress skin", sin fachadas adaptables, reactivas, transformables, en fin, sólo ingeniería). No me arrepiento de haber estado un año trabajando en eso, porque todo lo que he aprendido, que no ha sido poco, me vendrá muy bien antes o después. Ahora toca aprender de números, y de llevar a la realidad, de construir, todo esa variedad de proyectos y geometrías. En mi nuevo equipo voy a dedicarme casi exclusivamente a un proyecto de rehabilitación de una antigua fábrica de lino. Y cuando digo antigua, me refiero a un edificio que se empezó a construir en 1796 (¡tres años antes del golpe de estado de Napoleón! suena lejano ¿eh?). Fue el primer edificio cuya estructura entera (vigas y pilares) fue realizada con hierro de fundición. Hay quién lo considera el abuelo de los rascacielos (http://en.wikipedia.org/wiki/Ditherington_Flax_Mill). Esperemos que cuando terminemos el proyecto y la rehabilitación, se pueda seguir hablando de él en presente y no en pasado. Así que por ahora estoy contento con lo que estoy haciendo; me va a costar un poco adaptarme a mis nuevas funciones (y a la forma de trabajar de los ingenieros), pero yo creo que lo conseguiré :).

Al cambiar de equipo se me hizo entrega del famoso "Red  Book"

Y nada, estas dos semanas pasadas han dado para mucho. El martes de la semana pasada quedé con Hugo e Iván -dos amigos del colegio- para ver el Madrid-Barça en un pub del centro. Hacía bastante tiempo que no les veía, pero como ahora los dos están viviendo aquí, igual nos vemos más (o igual no). El resultado creo que todo el mundo lo sabe, pero como cada vez que voy a ver un partido de fútbol, me pareció un tostón. Será que no entiendo, o que realmente lo fue. El caso es que fue una buena excusa para ver a mis amigos.

Viendo el partido. Mis fotos de interiores con el móvil son conocidas en el mundo entero por su asombrosa calidad.

El jueves de esa semana quedamos con Pepe y Paula para cenar en un japonés que está muy cerca de Trafalgar Square. Se llama Eat Tokyo, y se cena de lujo. Tuvimos que esperar un buen rato porque estaba hasta arriba de gente, pero la espera mereció la pena. Está todo muy rico, y las raciones son bastante abundantes. Es sorprendente porque es uno de los pocos japoneses de los que sales sin hambre y sin perder un riñón. Quedamos en que repetiríamos.

Como se puede observar, a Maite le entristece enormemente tener un bol lleno de atún  para ella sola.

El sábado por la tarde nos paseamos por una zona de Londres que casi no conocemos (mercado de Spitalfields, Brick Lane... ¿se capta la ironía?), y nos acercamos a probar un sitio sueco que teníamos ganas de probar: se llama Fika, está en Brick Lane, y tiene un pastel de chocolate que está para morirse (su nombre es kladdkaka, y como te descuides cuando Mai está presente, desaparece sin haber tenido la posibilidad de probarlo). 

Efectivamente, un pastel de chocolate caliente con helado de vainilla es otro motivo de absoluta tristeza.

El domingo fuimos a un concierto en el Southbank Centre (en South Bank, obviamente, muy cerca del London Eye). El concierto, y el público merecen capítulo aparte. Lo primero que nos chocó, es que antes de que el pianista empezase a tocar, salió una chica a entrevistarle, preguntándole sobre las piezas que iba a tocar, los compositores... Para más inri, volvió a salir a mitad del concierto y le preguntó alguna cosa más. Para seguir, las piezas elegidas por el pianista (Karim Said), eran de Schoenberg y sus discípulos (http://es.wikipedia.org/wiki/Arnold_Sch%C3%B6nberg), que para describirlo de una forma rápida y burda, es un tipo de música a la que no estamos muy acostumbrados debido a sus disonancias, y a que no hay una tonalidad dominante (básicamente podríamos decir que suena raro). Completaban el cuadro los espectadores, entre los que cabría destacar a un individuo (aún no sabemos si era hombre o mujer), que vino vestido de ciclista: maillot, culote (que palabra tan fea), zapatillas de bici, y hasta gorrilla. Para completar el kit, vino acompañado de su sillín. Mención especial merecen también algunas espectadoras que se pasaron el concierto durmiendo, apoyadas en el hombro del vecino, o la que estaba sentada a mi lado, que no se separó de facebook ni un minuto. En fin, técnicamente hablando, el concierto estuvo muy bien, porque el pianista lo bordó (aunque la verdad, con este tipo de composiciones, si el pianista se equivoca tampoco se nota demasiado), pero la próxima vez iremos a ver algo más clásico. Al terminar el concierto, nos tomamos un burrito al lado del río (aprovechando que el sol se asomaba entre las nubes), y nos volvimos a casa dando un paseo.

A pesar de las nubes amenazantes, pudimos difrutar de un rato de sol. Eso sí, el viento era gélido.

Este finde, he vuelto a salir a montar en bici con Richard, otros 70km por Richmond. Creo que poco a poco nos vamos poniendo en forma, aunque el sábado por la tarde casi no podía moverme. Eso sí, el cansancio no impidió que Mai y yo nos fuéramos de cena de celebraciones (el trabajo de Mai, su primer sueldo, mi cambio de equipo, mi primer año en Londres, ¡será por falta de excusas!). Terminamos en el Eat Tokyo (en uno que está cerca de Holborn), y nos pusimos las botas. No era para menos. Hoy día tranquilo, porque el tiempo no acompaña: después de darnos un mini paseo, nos hemos hecho una buena comida. La carne en este país no es buena, a menos que estés dispuesto a pagarla.

De camino a Richmond. A pesar de lo que parece en esta foto, hizo buen día (aquí  cualquier día que no llueve es un buen día).
Una buena celebración, para rematar un buen primer año.